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Una vida dedicada a las ballenas jorobadas

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Una vida dedicada a las ballenas jorobadas

por Susana Paz

Ciudad Universitaria. CDMX. 19 de junio de 2020.- María de Jesús Vázquez Cuevas recuerda de niña los viajes a Oaxaca con sus padres y asegura que fueron determinantes para interesarse por la naturaleza. Recuerda también que, mientras cursaba la preparatoria, vio a Carl Sagan hablando de las ballenas jorobadas en la serie Cosmos y supo entonces que se dedicaría a ellas. 

Y así fue. Desde hace más de 30 años María de Jesús Vázquez realiza investigación en torno a los mamíferos marinos. Es técnica académica del Laboratorio de Mastozoología Marina de la Facultad de Ciencias (FC), en donde es curadora de la colección osteológica,  fotográfica,  de tejidos, entre otras. 

Durante más de 30 años, de manera ininterrumpida, ha salido a los mares mexicanos a estudiar las ballenas jorobadas y no ha habido una sola vez en que no encuentre algo que la asombre o la maraville de estos animales. 

“De las ballenas todo se me hace fascinante. Genéticamente, la variación genética porque fue una especie que se cazó casi hasta su extinción y, a pesar de eso, tiene gran variación genética. Morfológicamente, la forma de los patrones de coloración caudal y los  patrones de las aletas dorsales. Para mí no hay un aspecto de las ballenas que no sea científicamente importante, todo, todo me gusta”.

En entrevista habla sobre el estudio de las ballenas a las que les ha dedicado una parte importante de su vida académica y profesional, sobre su vocación, su experiencia como maestra en varios niveles educativos y de los elementos que se necesitan para hacer de su trabajo una pasión de vida. 

Más de 30 años con mamíferos marinos

María de Jesús Vázquez es bióloga egresada de la FC, su tesis de licenciatura la realizó sobre el desarrollo del cráneo del lobo marino de California. Desde que empezó como estudiante conoció el grupo de trabajo que se enfocaba a los mamíferos marinos y desde ahí perfiló su trabajo. 

Hizo la maestría en Ciencias también en la facultad, con microsatélites de ballenas jorobadas(Megaptera novaeangliae) y el doctorado en Educación en el área de estrategias de enseñanza y aprendizaje dirigidas a la genética. 

En el Laboratorio de Mastozoología Marina—que dirige el doctor Luis Medrano González, quien es su mentor y amigo— trabaja como técnica académica desde 2003, pero en 1988 había realizado ahí mismo su servicio social. 

Al principio el laboratorio tenía muchas líneas de investigación y abarcaba todas las órdenes de mamíferos marinos, pero ahora se han acotado y trabajan básicamente cuatro: biodiversidad de mamíferos marinos, ballenas jorobadas, genética y evolución.

“Nuestro laboratorio es pequeño, pero se caracteriza porque hay un ambiente de respeto. Nuestra única limitante es su tamaño, entonces no podemos admitir a todos los alumnos que quisiéramos por el espacio. Actualmente tenemos 12 estudiantes desde licenciatura, servicio social y posgrado. Si tienen pasión y ganas pueden estar en el laboratorio”.

El laboratorio cuenta con 40 años de datos que les permiten analizar cómo ha sido la evolución de las ballenas jorobadas  —y de muchas otras especies—, del hábitat y de las principales problemáticas ecológicas. Han abarcado zonas que incluyen principalmente la Bahía de Banderas, el Archipiélago de Revillagigedo, el Golfo de California, la Isla Isabel en Nayarit y también en el Golfo de México. 

Por todos los estudios que se han hecho a lo largo del tiempo en el laboratorio, han participado en la modificación y formación de dos Normas Oficiales Mexicanas, una que es la de la conservación de las ballenas mexicanas y otra en la de colecta científica. 

“Significa que todo el trabajo de estos 40 años como laboratorio, de alguna manera ha permeado para la conservación, que si bien no es la meta principal sí es un derivado de todo lo que hemos trabajado, porque nuestras metas fundamentales son la ciencia”. 

Ballenas jorobadas(Megaptera novaeangliae)

Son mamíferos, cetáceos, que tienen un ciclo de vida anual, poseen barbas y tienen mucha importancia en muchos sentidos. Pasan parte del tiempo en altas latitudes, en áreas de aguas frías donde se alimentan, de ahí migran a zonas más cálidas para reproducirse y para dar a luz, y luego regresan a las aguas frías para alimentarse. 

Es un organismo de distribución cosmopolita, existe en todos los océanos del mundo. Hay tres grandes poblaciones, la del Pacífico norte, la del Atlántico norte y la del hemisferio sur. Se alimentan de grandes cantidades de krill y peces pequeños. Tienen una cría por año. 

Exactamente no se sabe cuánto es su tiempo de vida, pero pueden ser 70 años, si no es que más. En otras especies ya se tiene el registro que viven hasta 200 años, como las ballenas francas, que son animales muy grandes, pero el cálculo para las jorobadas es que, al menos, son más de 70 años. 

Isabella, huellas digitales y cicatrices

Este año el Laboratorio Mastozoología Marina cumple 40 años. A lo largo de este tiempo ha generado catálogos fotográficos, tanto de aletas caudales como dorsales que —explica la doctora—, son diferentes en cada individuo, es decir, son la huella digital de las ballenas. 

“Esos catálogos nos permiten saber diferentes cosas, como el tamaño de la población, cuantas mamás hay con crías cada año, y con estos registros hemos tratado de seguir a las crías; entonces las crías que tenemos catalogadas —si sobreviven y logramos fotografías en el futuro—, nos permitirán ver qué edad tienen, entre muchos otros datos importantes para darles seguimiento”. 

Ha estado trabajando también en árboles genealógicos de las ballenas jorobadas, aunque es un tema más complejo y del que próximamente esperan publicar más información.  

“Pero por lo menos ya tenemos establecida la edad de alguna, que es muy conspicua, a la que llamamos Isabella. A ella la conocimos recién nacida, y ya tenemos cuatro hijos registrados; entonces sabemos su edad y sabemos quiénes son sus hijos. Esperemos que en los próximos años sigamos teniendo noticias de esta ballena, para tener una estimación de cuanto viven. Con los registros fotográficos, hemos estudiado cómo es la dinámica de las poblaciones, las tasas de nacimiento y muchas cosas que se pueden hacer con estos animales”. 

Durante los más de 30 años que ha dedicado a los mamíferos marinos, María de Jesús Vázquez se ha enfocado principalmente en dos áreas: la morfología y la genética. 

La investigación más reciente que realiza es el estudio de las marcas de las cicatrices que puede haber en las ballenas, para saber qué tantas son lesiones naturales y cuáles son por perturbación humana. Espera que lo puedan finalizar este año para publicarlo a la brevedad.

“Actualmente estoy trabajando con ballenas en isla Isabel, viendo cómo han cambiado las cicatrices ya sea de origen natural, por sus depredadores o por sus relaciones entre ellas mismas y las causadas por el hombre. Tenemos también en esta investigación a dos estudiantes —María de Lourdes Peñavera Proo y Alfonso Corona Torres— que están haciendo lo mismo para la Isla Socorro y la Isla Banderas”. 

Además, han trabajado y colaborado los últimos años con personas que se dedican a un tipo de ecoturismo responsable, con el objetivo de crear conciencia para ayudar a la protección y conservación de las especies. 

Actualmente estiman una población de alrededor de 10 mil animales para el Pacífico mexicano, que es un número considerable —dice—, pensando que desde 1965 quedaban muy pocas.  

“Ha aumentado en números. De alguna manera como nacen aquí, las leyes mexicanas sí las protegen, y de alguna manera sí se ha recuperado la población. No obstante, aunque se han incrementado las poblaciones, hemos visto que hay una incidencia de lesiones ocasionadas por humanos, por embarcaciones, motos acuáticas, en fin, por la interacción humana”. 

Las dos áreas principales en las que ha trabajado son la Bahía de Banderas —en Jalisco y Nayarit— y la Isla Socorro en el Archipiélago de Revillagigedo. 

Las ballenas jorobadas arriban cada año a los mares del Pacífico mexicano, empiezan a llegar la segunda semana de noviembre al continente y se van la tercera semana de marzo. Las ballenas insulares llegan en enero y se van más o menos a mediados de abril.

“Nosotros salimos al campo en dependencia de los recursos económicos porque es muy caro navegar, en mi caso, trato de hacer dos salidas por temporada”. 

En la materia de Adaptación de mamíferos a la vida acuática —que imparten el doctor Luis Medrano y el biólogo Emiliano Arroyo en la FC—, también se hacen estas salidas a campo como parte de la formación de los estudiantes y a quienes María de Jesús Vázquez acompaña para apoyarlos a ellos y a los 30 estudiantes de la materia y el taller.

Importancia de los océanos

“Los océanos, como cualquier otra parte del planeta, son importantes. El océano es el más grande de todos los ecosistemas del mundo —75 por ciento del planeta son océanos— y alberga gran cantidad de vida, sobre todo, la vida que produce oxígeno. 

No podemos decir que un solo organismo sea el más importante en los océanos, lo son todos y cada uno; desde las bacterias hasta las ballenas, pasando por todos los grupos, todos los taxas que pueda haber de seres vivos, cada uno tiene un papel que jugar. 

Particularmente en el mar es triste ver que la gente no lo respeta, bueno, en realidad no respetamos nada, ni las selvas ni los desiertos, ni nada; pero en el mar nos ha tocado ver siempre mucha basura. 

Algo que hacemos cuando salimos con estudiantes es que, basura que esté a nuestro alcance y podamos recogerla—, la recogemos y la depositamos cuando volvemos a tierra. Pero creo que sensibilizar a los estudiantes acerca de la conservación de los océanos es una tarea fundamental”.  María de Jesús Vázquez

Vocación por la enseñanza

Además de la investigación, María de Jesús Vázquez ha impartido clases más de 30 años en diferentes niveles educativos, tanto en secundaria, preparatoria, licenciatura y posgrado. 

“Impartir clases sí tiene que ser por vocación, por gusto. Alguna vez cuando cursé la nivelación psicopedagógica, que es el equivalente a ser maestro normalista, en una clase nos dijeron que la enseñanza es un apostolado y que, generalmente, termina uno crucificado”. 

Para la doctora, de los años 80 a la actualidad, los profesores han transitado de ser solamente profesores a convertirse en maestros y actualmente en educadores. Porque afirma que la educación ya no se imparte solamente en casa, y que hoy en día hay ciencia de la educación y mucha investigación educativa. 

Justamente, considera que dedicarse a la ciencia permite también entrar en ese mundo de la educación, tanto para impartir clases como para hacer investigación educativa. 

“Porque siempre hay que buscar la mejor manera de enseñarles a los jóvenes, de transmitirles conocimientos, de hacer que ellos se adueñen del conocimiento porque si pretenden ser científicos, que es la formación que se da en la facultad, tienen que adueñarse de él ya que ellos mismos van a ser generadores de conocimiento. Lo que me interesa, además de que aprendan los contenidos de la asignatura, es enseñarles a aprender”. 

De su vocación, tanto por la biología como por la enseñanza, expresa que es la única bióloga en su familia y que el amor por la naturaleza se lo inculcó su papá. Cuando iban a Oaxaca —de donde es originaria su familia—, siempre salían al campo y le encantaba ver plantas, insectos, ranas, aves, todo.

“Y cuando iba al mar era lo máximo, conchitas, peces, todo lo que hubiera me llamaba la atención. Creo que la vocación de bióloga, aparte de que uno ya lo trae, mi papá me la inculcó. En cuanto a la docencia, hubieron algunos maestros en mi familia, pero creo que también ya lo trae uno por vocación; me gustaba mucho en la escuela cuando nos tocaba exponer, creo que desde ahí surgió. Además, en la ENP 6 tuve una magnífica maestra de Biología, la maestra Palmira Gómez, quién me transmitió su pasión por la enseñanza. Después tuve la oportunidad de dar clases en secundaria y de ahí surgió lo de la formación psicopedagógica, aprender a enseñar”. 

Y está segura de que todos los niveles en los que ha impartido clases le han dejado muchas satisfacciones y le han implicado diversos desafíos. En el caso de la facultad, la materia que imparte es Genética, y al ser obligatoria su principal reto es hacer que los alumnos aprendan algo que no forzosamente les tiene que gustar. 

Ahora que finalizaron el curso en línea, el reto fue implementar estrategias de enseñanza y aprendizaje para que los estudiantes a distancia —con todos los inconvenientes que puedan tener—, hayan aprendido Genética, “aunque sea algo se les haya quedado”. 

Y afirma que lo más le gusta de enseñar en la FC, es que hay mucho respeto y libertad de cátedra.  

Amor y pasión por la ciencia

“De las ballenas jorobadas me gusta todo. Me resulta apasionante todo. Pero debo decir que no solo de las ballenas jorobadas, realmente todo lo que es la Biología, y eso es algo que siempre les digo a todos mis estudiantes, ya sea de la materia de genética o nuestros tesistas en el laboratorio, lo que hagan que lo hagan con mucha pasión”. 

Después de tantos años de estudiar y conocer a las ballenas, no hay un solo día en trabajo de campo en el que no le asombre algo de ellas. Lo mismo le emociona cuando toma frecuencias ventilatorias en el mar o cuando están obteniendo muestras de piel —ya sea de la que se desprende por sus saltos, sus coletazos, o la que toman directamente disparándoles una flecha con una punta para obtener una biopsia—, todo eso la emociona igual que cuando está extrayendo DNA en el laboratorio o cuando analiza fotos o datos en la computadora. 

“Mi trabajo es muy bonito, me encanta, lo adoro, y por lo mismo que me gusta mucho y me apasiona tanto es que no lo considero como un trabajo, porque eso implica como una obligación y para mí no lo es. Aquí solo disfruto lo que hago y por eso no se me hace pesado; lo disfruto mucho en el campo, en el laboratorio y en el escritorio”. 

En estos días de pandemia, en donde se ha modificado el trabajo y la dinámica escolar, afirma que la parte de campo no les preocupa tanto porque hay tiempo de que regresen las ballenas o para hacer cruceros al Golfo de California. Lo que constituye  un reto es el trabajo del laboratorio como tal, todo lo que trabajan de genética, extracción de DNA y todos los procedimientos de laboratorio; aunque afirma que lo más importante es preservar la salud de toda la comunidad de la FC.