Pasar al contenido principal

Extinción masiva de insectos: ¿por qué nos debe preocupar?

Content builder
NOTICIAS

Extinción masiva de insectos: ¿por qué nos debe preocupar?

por Susana Paz

Ciudad Universitaria. CDMX. 19 de octubre de 2020.- De niño llevaba todo tipo de “bichos” a su casa. Su mamá, escandalizada, los encontraba en todos lados: al abrir un cajón o al mover un mueble. A los 16 años empezó a hacer sus primeras colectas cuando salía a explorar Xalapa. No se imaginó —o quizás era algo natural—, que se dedicaría a la biología y tendría una vida profesional y académica ligada a ellos, sus compañeros desde la infancia. 

Los insectos se convertirían en su gran pasión y en su principal campo de investigación científica. El doctor Alejandro Córdoba Aguilar, investigador del Instituto de Ecología de la UNAM y profesor de la Facultad de Ciencias, recuerda la fortuna de haber vivido su niñez rodeado de lugares verdes y llenos de vida. 

Hace algunos meses, con su grupo de trabajo conformado por las doctoras Pilar Rodríguez, investigadora de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) y Maya Rocha Ortega, del Instituto de Ecología, publicó un artículo sobre la extinción masiva de insectos en una de las revistas más prestigiadas del área: Proceedings of the Royal Society.

Su trabajo pretende contribuir a elevar el interés por este grupo de animales dado su papel relevante para la vida y que, en muchas ocasiones, se ha visto desdeñado. Su artículo es fundamental para entender las causas de extinción que tienen que ver con el incremento de temperaturas en el planeta y responde a la pregunta elemental sobre qué características puede tener una especie para hacerla susceptible de extinguirse. 

En entrevista refiere los principales resultados y aportaciones de esta investigación y también habla sobre la necesidad de crear conciencia para conocer el papel fundamental que juegan los insectos en la vida de los ecosistemas. Pero además, invita a todos aquellos estudiantes interesados en este tema a acercarse al Laboratorio de Ecología de la Conducta de Artrópodos, del cual es responsable, para unirse al estudio del universo de los “bichos” el cual es esencial para conocer el destino de la humanidad. 

Plantas e insectos, grupos primordiales

“El planeta está pasando por una crisis tremenda, esta crisis implica —y se ha documentado—, que muchas especies de talla relativamente grande como mamíferos, aves, reptiles, etcétera, están colapsando y sucumbiendo a un ritmo estrepitoso que no es natural en el sentido de cómo se han evidenciado las extinciones masivas”. 

Esta extinción de los vertebrados, afirma Córdoba Aguilar, es increíblemente rápida y súbita y también atrae mucho la atención al tratarse de especies icónicas que se ven en zoológicos o con las que se ha aprendido biología. 

Esto ha provocado, explica el investigador, que se reflexione muy poco sobre otros grupos que también están desapareciendo y que son funcionalmente más importantes para el sostenimiento de la vida en el planeta. Esos grandes grupos son las plantas y los insectos, que son mucho más diversos que cualquier otros. 

“Esa gran diversidad incluye diversidad de funciones y esas funciones son las que sostienen la vida en el planeta; desde polinizadores, descomponedores, parásitos y organismos con todo tipo de funciones. Estas son las especies que hacen que la vida ocurra en su mayoría como la conocemos”. 

A pesar de que no se les ha dado la suficiente atención, alrededor de los años 80 y 90 se registraron algunas publicaciones que afirmaban que los insectos podrían estar sufriendo una extinción masiva. 

La investigación más notoria fue la que surgió hace algunos años. Un artículo muy controversial de científicos australianos en el que hicieron un análisis de cómo se encontraban las poblaciones de insectos y afirmaban que se trataba de un verdadero colapso. 

“No obstante, este artículo tuvo algo muy bueno y muy malo. Lo bueno es que llamó la atención de todo el mundo sobre la reflexión de estos animales que se habían dejado de lado, y lo malo es que estaba muy mal hecho, con una evidencia mal dispuesta y analizada y por lo tanto fue muy criticado”.  

Sin embargo, después de esta publicación muchos investigadores empezaron a abordar este tema y a preguntarse cómo estaba ocurriendo esta extinción masiva y cómo se tendrían que medir esas tasas de extinción. 

Pero, a diferencia de otros grupos donde hay mucha información, por ejemplo los vertebrados donde es relativamente fácil hacer análisis de grandes patrones en todo el planeta, con los insectos se carecía de esa información porque no hay tantas colectas y las que existen son focalizadas y no abarcan todo el mundo.  

La estrategia que se hizo en muchos países, explica Córdoba Aguilar, fue utilizar los grupos con los que trabajaba cada investigador y restringirlos a lugares más circunscritos sin ambicionar todo el planeta, todos los insectos, ni sólo un grupo. De este contexto es que surgió la investigación que desembocó en la publicación de su artículo en la revista Proceedings of the Royal Society.

Libélulas en México

“Lo que hicimos en nuestro grupo de investigadores —conformado por Pilar Rodríguez y Maya Rocha—, fue hacer un equipo donde empezamos a trabajar diferentes perspectivas de este problema. En primer lugar el gran punto era si los patrones de número de especies estaban sucumbiendo a lo largo de los años”. 

Usaron como marco geográfico México y empezaron a utilizar análisis cartográfico con información del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi). Con ello empezaron a identificar qué tanto había cambiado el uso de suelo en el país desde los años 50 hasta hace unos 10 años. En esa ventana de tiempo había muchas colectas de especies de libélulas (orden de insectos Odonata), el grupo en el que decidieron enfocar su investigación. 

Con una nutrida base de datos de colectas de libélulas en todo el país y vinculado con la cartografía, realizaron un estudio —mediante análisis matemáticos— para saber cómo el cambio de uso de suelo en un área, por ejemplo, del bosque original se había convertido en cafetales o potreros, y cómo ese cambio había afectado la cantidad de especies y a cuáles especies de libélulas. 

“Con esa información más especializada, más filtrada, con una mejor base de datos y con buenos acercamientos matemáticos, encontramos que sí hay dentro de este grupo de animales, especies que son bastantes sensibles a los cambios. Que, aunque con cambios mínimos en el uso de suelo, aunque siga quedando vegetación, hay especies que sucumben, especies que se extinguieron en nuestro país”. 

Hay otros grupos de especies, géneros e incluso familias, a los que les sucedió lo contrario, fueron bastante resilientes e, incluso, cuando algunas especies se extinguieron llegaron otras a poblar la zona donde habitaban y la colonizaron. 

“Es decir que el proceso de recambio fue alto, pero sí hubo extinción, hay extinción local. Lo que observamos es que vinieron nuevas especies a colonizar estas zonas. Tenemos menos especies en el país, pero las que existen lograron colonizar donde quedaron las áreas vacantes”.  

Notaron además que son las especies endémicas las que están sucumbiendo, aunque no pueden tener un dato preciso debido a que no todas las áreas de México han sido colectadas. 

“Es triste, porque de 10 años para acá hemos visto cómo una población que venimos monitoreando ya no existe, ya se extinguió. Sólo queda el registro en nuestros documentos y algunos ejemplares en el refrigerador, porque fue lo único que nos quedó. Obviamente las fotos y la evidencia de la gente”. 

¿Qué hace a una especie susceptible de extinguirse?

Las libélulas son animales acuáticos, las larvas, en su fase juvenil, viven en el agua. Los adultos, machos y hembras, utilizan los ríos y lagos para hacer sus actividades sexuales para reproducción. Por ello el agua es el vínculo que debe mantenerse y el que se vería más afectado con el cambio de uso de suelo. 

“Eso nos llevó a buscar predecir —con esos datos ecológicos y con esos patrones—, qué tienen las especies que las hacen más susceptibles a extinguirse. Este es el marco. El artículo que publicamos habla de esa gran pregunta, qué tiene una especie que la haga susceptible de morir, de extinguirse”. 

Para la investigación utilizaron la base de datos de libélulas en México, Canadá y Estados Unidos, con lo que obtuvieron alrededor de 700 especies en esta gran área del planeta. 

Sobre esas características ya tenían algunas pistas. Sobre todo el factor del tamaño. Por ejemplo, se conoce que para animales grandes, el hecho de desarrollar  un cuerpo grande supone mayores requerimientos energéticos, tiene que comer más y vivir más tiempo para alcanzar esa tallas. Por lo tanto, ante un cambio ambiental, puede no darles tiempo de alcanzar su talla y morir. 

Eso fue un primer análisis, ver si la talla podía ayudar a predecir qué especies han desaparecido. 

“Y efectivamente, las libélulas de tallas más grandes son las que están desapareciendo, son las más susceptibles a morir. Parte de la explicación son los requerimientos energéticos. Pero también tiene que ver con que les es relativamente difícil tratar de tolerar ciertos ambientes, como por ejemplo, junto con cambio climático, algunos lugares que se están calentando más que otros, por lo que también se han vuelto intolerantes a los ambientes más altos de temperatura. Eso nos llevo a una segunda pregunta”. 

Alejandro Córdoba Aguilar

Es doctor en Ecología evolutiva por la Universidad de Sheffield, Inglaterra, investigador en el Instituto de Ecología y profesor de Ecología de Insectos de la Facultad de Ciencias. 

Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores (SNI) nivel III. Obtuvo los reconocimientos Premio de Investigación en Ciencias Naturales por la Academia Mexicana de Ciencias en el 2006, y Premio Universidad Nacional a Jóvenes Académicos de la UNAM en el área de Ciencias Naturales en el 2007. Sus temas de investigación son la ecología, fisiología y conducta de insectos.

¿Es la temperatura un factor importante en estos animales? Calcularon entonces la capacidad térmica de las libélulas en función de su masa corporal, lo que les arrojó que las especies más grandes tienen mayor capacidad de regular su temperatura y las especies pequeñas tienen un problema en este punto, que podrían no ser buenas en términos de controlar su temperatura, y con los cambios hacia temperaturas más calientes también tienden a extinguirse. 

Esto complicaba un poco con el tema de la talla, porque mientras con la talla a las especies más grandes les va mal, con la temperatura resultaban mejor adaptadas. Una especie de fuerzas opuestas en la naturaleza. 

“Y, justamente, encontramos evidencias de esas fuerzas opuestas en la naturaleza. Hay lugares donde todavía se favorece tener tallas grandes porque quizá el cambio de uso de suelo no fue tan intenso, en esos lugares a las tallas grandes les va relativamente bien. Pero hay un tipo de tallas muy grandes que con el cambio climático no les va a afectar tanto”. 

Otra de las preguntas fue ver cómo se encontraba Norteamérica en cuanto al número de especies. Detectaron así diferentes regiones donde hay relictos, áreas que sería idóneo protegerlas porque hay numerosas especies vulnerables, pero todavía tiene vegetación y espacios para que sobrevivan. 

“Entonces damos la nota de algunos lugares en Estados Unidos y México en donde deberíamos estar más alertas sobre esquemas legales de protección, dar un paso más allá de predecir, ya que conocemos las variables que podrían afectarles, englobarlas en un marco legal y claro”. 

Y es que las normas de protección de las especies en realidad dejan a un lado a los insectos. Casi no existen marcos legales que las protejan y gran parte es por el desconocimiento de su importancia biológica. 

En México la zona que destaca es el eje transversal neovolcánico, que se sitúa en el centro del país, desde Jalisco hasta Veracruz. Ahí todavía se conservan lo que en inglés se llaman hot spots, puntos calientes que todavía mantienen un acervo importante de número de especies y que, si se llegan a destruir y no tienen un buen manejo ambiental, estas especies están destinadas a la extinción. 

Importancia biológica de las libélulas

Fueron dos factores los que hicieron a este grupo de investigadores elegir a las libélulas. El primero, explica Córdoba Aguilar, es una noción práctica porque las bases de datos de colectas, de registros en todo el país, no son iguales para todos los insectos; hay órdenes que se han recolectado poco y de los que no se tienen buenas fuentes. Pero en el caso de las libélulas se han recolectado bien y se tiene registros robustos.  

El otro factor es funcional, dado que las libélulas son depredadoras toda su vida y cualquier organismo que sea del tamaño de sus mandíbulas lo devoran. Son los primeros depredadores de los mosquitos al compartir el ambiente acuático.  

“Esta función depredadora puede incluso beneficiar al humano. El hecho de que tengas un depredador natural que se está comiendo los mosquitos es benéfico para la gente que habita ahí. Tenemos datos de lugares como Cuernavaca, en donde hay afluentes y ríos y muchos mosquitos, y en donde las libélulas son los depredadores más importantes de estos hematófagos que muchas veces son portadores de dengue, zika o chikungunya”. 

Sus datos, que todavía no han sido publicados, han arrojado que en donde se tienen una menor población de libélulas, proliferan más los mosquitos. 

La investigación continúa... los insectos requieren atención

Alejandro Córdoba Aguilar afirma que hay muchos aspectos que todavía se requieren conocer a más detalle. Las libélulas son un grupo pero hay muchos órdenes de insectos que también necesitan atención. 

Con su equipo de trabajo están incluyendo en sus análisis a las hormigas, mariposas y escarabajos, que son grupos con mucha diversidad para ver si están enfrentando situaciones similares o peores a las que encontraron con las libélulas. 

A su consideración, es importante hacer conciencia sobre la relevancia de estas especies y protegerlas. Aunque, si bien todas las especies son importantes, se deben conocer las características de cada una y sus papeles en sus hábitats.  

“En otras palabras, de nada sirve proteger un lugar que tiene unas especies que son muy llamativas, algún vertebrado quizá, pero que funcionalmente si desaparece no hay tanto problema porque quizá el resto de las especies pueden hacer ese trabajo. Sin embargo, si tienes una especie que es vital para el funcionamiento de los ecosistemas, pensemos en este caso de los depredadores como son las libélulas o las abejas con el proceso de polinización, ya no te garantizan la seguridad alimentaria ni la salud pública”. 

Para el investigador, estos son aspectos que se deben tomar en cuenta para crear marcos legales efectivos que protejan a todas las especies.  Para ello se necesita seguir haciendo investigación que aporte la información necesaria para tener las herramientas, los recursos y crear conciencia en el manejo de estos animales. 

“Así como yo crecí y me vi muy favorecido porque siempre tuve contacto con la naturaleza, me encantaría que los chicos que andan por ahí y que quizá no han encontrado todavía su vocación o algo que podría gustarles, nos visitaran. Nosotros tenemos el Laboratorio de Ecología de Insectos en el Instituto de Ecología del cual soy responsable, y no soy el único, somos un batallón de gente, muchos chicos muy motivados. Que nos visiten y se pongan a hacer sus pininos, que se acerquen, nos conozcan y si se enamoran y están en el proceso de tema de tesis, podemos acogerlos y empezar a hacer colaboraciones, desde muy leves hasta extraordinarias como las que dieron luz a este artículo en esta revista”. 

Consulta el artículo Why do bugs perish? Range size and local vulnerability traits as surrogates of Odonata extinction risk

Ver artículo